lunes, 26 de marzo de 2012

El festín de los buitres

El festín de los buitres
Asomada a la ventana contemplaba el discurrir de la Vida...
Mis ojos se dirigieron hacia el claro de bosque que se abría ante mi ventana... unas formas indefinidas fueron cobrando presencia... Sus garras atenazaban las ramas de un gran árbol. Desde allí esperaban. Esperaban. Esperaban...
Bajé la vista para contemplar lo mismo que ellos... el trémulo conejo que luchaba desaforado por sacar la pata del cepo. Sus intentos eran desesperados y emitía sonoros chillidos con los que intentaba llamar la atención. El cepo... clavaba sus dientes en la pata trasera y el conejo se debatía tratando de zafarse.
Cómo se le había ocurrido entrar en esa zona inexplorada del bosque... Esa mañana había salido de la madriguera y retozado entre el césped mojado por el rocío de la mañana. Saltando y brincando se había alejado demasiado, desorientándose. Había oído el aullido de un lobo, asustándose y emprendiendo veloz carrera hasta dar con el cepo.
Y los buitres... miraban. Sus ojos resplandecían gozosos ante el inminente festín. De vez en cuando dejaban escapar algún graznido, ante el cual un nuevo miembro se acercaba.
Al cabo de una hora las ramas del árbol estaban plagadas de buitres. El peso hacía que se inclinaran hacia el suelo. Habían organizado una fiesta preludio del festín de esa noche. Sus graznidos eran cada vez más atronadores... gra! gra! gra! El batir de las alas hacía caer una lluvia de plumas sobre el pobre conejo...
El conejo vio pasar su vida ante si... había tantas cosas aún que quería hacer... tantos senderos que recorrer...
Crash! Crash! El sonido de ramas al romperse hizo que se inmovilizase el conejo... ante sus ojos apareció una mole enorme con un gran tubo...
Bang!
El conejo acabó su alegre vida.
Bang! Bang! Bang! Los buitres comenzaron a desperdigarse rápidamente y tres de ellos fueron a dar con sus plumas al mismo lado que el conejo.
El cazador volvió a cargar la escopeta, recogió al conejo y lo echó al zurrón. Dio un par de patadas a los buitres, exclamando... -¡carroñeros! y lanzando un escupitajo a un gran buitre amarillo, volvió sobre sus pasos.
Yo me quedé en la ventana durante un rato mas pensando... el Ciclo de la Vida. Luego, me volví al sofá, tomé mi libro y seguí leyendo.

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