jueves, 22 de marzo de 2012

Las caracolas


lunes, 31 de mayo de 2010, 19:25:53
Las caracolas

Paula tenía 8 años, largas trenzas amarillas y un sombrero de paja.
Le gustaba tantísimo el mar…los domingos por la mañana, solía ir con su abuelo a pescar.
Mientras su abuelo pescaba subido a una roca, ella daba largos paseos por la playa. Le gustaba pisar la arena, del color tan dorado que le gustaba tanto. Igual que el sol, igual que su pelo.
Miraba atentamente, por si veía caracolas. Tenía una colección enorme de ellas: de colores vivos, de forma rugosa, brillantes, rotas…de todas las formas y colores imaginables, ella las atesoraba en su cofre de madera.
Pensaba: cuando sea mayor, pondré un museo de caracolas, y todo el mundo las admirará. Además, las caracolas poseían un maravilloso secreto. Las más grandes, te permitían escuchar el sonido del mar.
Cuando se encontraba a solas en casa, a cualquier hora del día o de la noche, abría su cofrecito y se ponía una caracola al oído. ¿Cómo podía escuchar el mar a través de ellas? Aún no lo entendía, pero era estupendo.
A lo lejos, oyó su nombre: ¡¡¡Paula!!! ¡¡¡Paula!!! La llamaba su abuelo. Es la hora de la comida, debemos volver a casa.
Paula se quedó asombrada. ¡Qué rápido pasaba el tiempo cuando estaba en la playa!
Recogió las caracolas que había encontrado y apartado en un rinconcito, y emprendió una veloz carrera hasta las rocas.
Su abuelo guardaba los aparejos de pesca, y sonreía. ¿Te has divertido, Paula? ¿Cuántas caracolas has encontrado hoy?
La niña, muy contenta, le enseñó su botín. Había una preciosa caracola entre ellas, de un tono azul brillante.
Vaya, Paula, mira que cosa tan bonita. Tiene un color precioso, como esa no tienes ninguna. Estarás contenta.
Si, le dijo Paula, es preciosa. Será la reina de las caracolas de mi baúl.
El abuelo le dio la mano a Paula, y se dirigieron a la casa juntos. Paula pensaba que a su abuelita le gustaría mucho su nueva caracola.
Paula siempre había pensado, que seguramente a ella le gustaban tanto las caracolas por su abuela. A su abuela le volvían loca las caracolas. Tenía hecho muchos collares, pulseras, incluso cuadros, de ellas. Su preferida era una caracola enorme, de color rosa.
La que ella llevaba, le encantaría. Estaba segurísima. Sonrió muy feliz.

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